Un día un pordiosero, un hombre al que a simple vista se notaba que la vida había castigado material y espiritualmente y al que parecía que no le podía ir peor, se acercó a la ventanilla de un lujoso automóvil detenido en un semáforo y ocupado por un elegante y próspero caballero y se entabla el siguiente diálogo:
Señor, ¿podría prestarme diez dolares para comer?.
Pero, ¿no te los irás a beber, verdad?
No señor, nunca en mi vida he bebido alcohol.
Entonces, ¿te lo vas a gastar en tabaco?
No señor, no fumo, ni nunca lo he hecho.
¿Te los vas a gastar a lo mejor jugando y apostando con los otros vagos?.
De ninguna manera. Nunca juego ni apuesto nada.
Acaso te los vas a gastar bailando en algún cabaret?.
Imposible, señor, jamás en mi vida he pisado un cabaret. Es más, no sé bailar...
Se los piensas dar a una prostituta, acaso?
Jamás he tenido relaciones con ninguna mujer que no fuera mi novia, convertida luego en mi esposa hasta que me abandonó.
Entonces toma, no diez, sino cien dolares. Pero ve a comer a mi casa. Quiero invitarte a una buena comida casera y así podrás ahorrarte los cien dolares.
El pordiosero, sorprendido, sube al impresionante coche y ya en camino pregunta:
Oiga, señor, ¿no se enojará su esposa al ver llegar a alguien como yo y que se siente a la mesa a comer?
Probablemente sí, - contesta el rico - pero valdrá la pena. Tengo interés en que vea en que se convierte un hombre que no bebe, no fuma, no juega, no baila, ni sale con putas.
8 de noviembre de 2006
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